No me acuerdo si fué a los 23 o 24 años, fué en un hotel de La Paz a las doce del medio día. No recuerdo si hacia calor o estaba fresco, solo me acuerdo traer mis levi´s azules de botones y una camisa verde.
Llegué a la hora en que quedamos, ahi estaba él: cabello lago, lacio, negro, alto y delgado. Me esperaba con una sonrisa radiante. Pero no estaba solo, también estaba aquel que por primera vez estaría conmigo, con su cabello agarrado a una coleta, lentes oscuros y sonrisa franca.
Yo temblaba, era mi primera vez, y tendriamos público. Estaba nerviosa pero dispuesta, como nunca antes.
Reimos, bromeamos un rato, les comenté que sería mejor apresurarnos ya que me ocuparia en unas pocas horas y que tendria que irme.
Los dos prepararon todo: Alcohol, servilletas, vaselina y todo lo necesario. Yo simplemente me desabotoné el pantalón y dejé al descubierto una parte de mis pantaletas negras de encaje, me tumbé en la cama y me levanté la camisa.
El de la coleta me preguntó que si estaba lista y con un largo suspiro le dije que si. Entonces todo empezó.
Dolor, Placer, miedo, adrenalina, risas nerviosas. Todas las sensaciones se conjugaban en una sola parte de mi cuerpo y me encantaba.
Después de dos horas terminamos. Satisfechos, felices, cansados pero contentos. Yo habia jurado que sería la primera y única vez. Pero no lo puedo evitar.
Tatuarme es adictivo, lo hice y lo sigo haciendo.
Hoy jueves tengo una cita con mi tatuador y después de 10 años de haberme hecho el primero, siento que es como la primera vez...como si fuera el primeritito de nuevo.